Tuve un ataque de pánico
María tiene más de 30 años. Está bien integrada en su trabajo y su relación va bien; todo parece ir bien hasta el día en que hace cola en la oficina de correos, cuando María siente sensaciones que nunca antes había tenido.
De repente, siente que su corazón comienza a latir demasiado rápido, siente un calor que se eleva desde el fondo de sí misma, mientras tiene las manos muy frías y hormigueo en sus extremidades; ya no puede pensar; siente un dolor perturbador en el pecho.
Siente que va a morir de un paro cardíaco.
Se apresuró a ir a la sala de urgencias; después de examinarla, le confirmaron que todo estaba bien y que había tenido “simplemente” un ataque de pánico.
Este “simple” sabe irónico porque los ataques de pánico son muy impresionantes y ocurren de forma repentina e inesperada desde el punto de vista subjetivo del paciente.
Sin embargo, los estudios de seguimiento muestran que la mayoría de las personas que sufren ataques de pánico tienen síntomas de bajo nivel de ruido ya una hora antes del inicio del ataque.
Este estado es transitorio, aunque es muy aterrador vivir en él: los pacientes que hablan de él hablan del miedo a morir, el ataque cardíaco, la asfixia. Todo el mundo tiene la sensación de haber visto la muerte de cerca.
Esto contrasta a menudo con la ligereza con la que el diagnóstico lo hacen a menudo los profesionales de la salud: “es sólo un ataque de ansiedad, un ataque de pánico….”.
Por supuesto, antes de concluir que se han producido ataques de pánico, cualquier profesional de la salud serio se habrá asegurado de que no es otra cosa.
¿Qué se puede hacer para tratar los ataques de pánico?
En primer lugar, vamos a entender lo que sucede cuando ocurre el ataque: todo nuestro cuerpo sufre las consecuencias del estrés.
El estrés es originalmente una reacción de nuestro cuerpo a una situación peligrosa.
Es una reacción automática de parte de nuestro sistema nervioso. Esta reacción, en principio, tiene por objeto permitirnos hacer frente a estos peligros.
Pero a veces, cuando nuestro sistema de estrés se activa con demasiada frecuencia en el estrés crónico, o cuando nos enfrentamos a una situación particularmente peligrosa, nuestro cuerpo se deja llevar y reacciona excesivamente.
En el caso de ataques de pánico repetidos, el paciente frecuentemente desarrolla un temor de anticipación con respecto a estos ataques, lo cual los desencadena.
Para prevenir estas reacciones, es importante tener en cuenta una serie de factores:
El sueño
El sueño es la piedra angular de nuestra salud, mental y/o física, y es muy sensible al estrés.
A menudo esto se manifiesta a la hora de dormirse, impidiendo la relajación física necesaria para una buena entrada en el descanso.
A veces se trata de sacudidas de ansiedad durante la noche que nos despiertan con el corazón latiendo y sin entender lo que está sucediendo.
Auto-observación
Es frecuente que, una vez enfrentado a uno o más ataques de pánico, la persona desarrolle una atención excesiva a ciertas manifestaciones físicas: latidos del corazón, sensaciones de vértigo, tensión muscular.
Esta sensibilidad acentuará, por tanto, los mismos síntomas que queremos evitar.
Respiración
Nuestra respiración es la garantía del equilibrio de nuestro cuerpo.
Es un mecanismo automático y siempre presente (¡por suerte!) pero es interesante notar que podemos modificar, modular y hacer de nuestra respiración un verdadero aliado para nuestra salud y nuestro equilibrio de forma voluntaria y consciente.
En una situación de ataque de pánico, estamos en un modo de hiperventilación: se crea un desequilibrio que causa un exceso de oxígeno y una caída de dióxido de carbono en nuestro cuerpo.
Síntomas: ¿qué le sucede al cuerpo en un ataque de pánico?
Las consecuencias sobre el cuerpo explican estos efectos confusos, en primer lugar sobre el cerebro: mareos, aturdimiento, sensación de ahogo, irrealidad, visión borrosa… y sobre todo sobre el cuerpo: aumento de la frecuencia cardíaca para acelerar la circulación sanguínea, manos frías y húmedas, rigidez muscular….
Estos esfuerzos respiratorios causan dolor en el pecho debido a la tensión muscular.
Todos estos efectos agotan el cuerpo, que se siente muy cansado.
¿Cuánto dura un ataque de pánico?
Un ataque de pánico suele durar entre 5 y 20 minutos, incluso algo más de tiempo (horas). El pico de la ansiedad se puede dar 10 minutos aproximadamente, después del inicio de la crisis. Si los ataques se vuelven frecuentes, estamos ante un caso de trastorno de pánico.
Cómo controlar un ataque de pánico
Con el fin de tomar medidas eficaces contra estos ataques de pánico, el primer paso es salir del estrés crónico:
Hoy sabemos (o estamos redescubriendo) que la relajación, la sofrología, la hipnosis, las técnicas de meditación nos permiten volver a aprender a manejar el estrés y poner fin a estos ataques de pánico.
Técnicas de respiración simples y adaptadas aseguran que la tensión se libere gradualmente en lugar de acumularse.
En caso de un ataque de pánico, es muy difícil obligarse a respirar lentamente.
Por eso es aconsejable “respirar en una bolsa”.
Se trata de deshacerse de los síntomas de la hiperventilación respirando el aire exhalado rico en dióxido de carbono, que a su vez crea el equilibrio de gas necesario para nuestro cuerpo.
Después de unos minutos, los efectos positivos se sienten: calmantes mareos, reanimación del pensamiento, calmantes.
Sin embargo, se debe trabajar en los pensamientos que llevan al estrés.
Acompañado de un terapeuta, el paciente encontrará otras formas de considerar y tratar las situaciones.